Las papas del sur. Óleo. 150x105 cm.1984
Lavando en Taganana .Óleo 61x50 cm. 1980
Desde Icod 150x105 cm. 2000
La Orotava .Óleo. 150x105 cm. 1990
Mercado de Santa Cruz .Óleo. 150x105 cm.
Varberg.Óleo. 91x73 cm. 1984
El mercado Nuestra Señora de Africa en Santa Cruz. Óleo. 130x97 cm. 1990
El Viejo Muelle y las Pescaderias del Puerto de la Cruz en 1965. Óleo .116x83 cm.
Recogiendo al atardecer. Óleo. 146x114 cm.
El viejo muelle 1963 . Óleo. 61x50.
Metamorfosis. Óleo. 114x146 cm..2008
Durante los últimos años, TGU se ha concentrado en una pintura más intima, alejándose de los paisajes de su pintura habitual, se ha acercado más al mundo de las ideas.
Para él la destrucción del paisaje y el medio ambiental está muy relacionado con la tergiversación: esa metamorfosis de los valores que se pierden.
Se empieza por ignorar el valor natural de las cosas y se termina por tergiversar todo, valiéndose de una retórica que no ampara los valores intrínsecos de las cosas sino el interés de un grupo determinado, que termina imponiéndose por su poder y su insistencia. La repetición parece ser la regla para la valoración de los actos.
El colorido viene a mostrarnos un mundo variopinto, con sus contrastes y afinidades, un mundo de color que TGU nos ofrece siempre en sus obras.
En cierto aspecto, su pintura nos brinda ahora el paisaje de las ideas y la inseguridad para determinar nuestros pensamientos ante una avalancha de tergiversación que nos conduce a una metamorfosis, cuyo resultado final ignoramos aunque creemos predecir.
H.D.Schwartz , julio 2009
“He tenido la suerte de poder pintar unos paisajes y gentes antes de que la vida agrícola se transformara en urbana, con las consecuencias que ello conlleva.
Paisajes con animales que formaban parte de la familia, donde las manos eran la fuente de creación de cosa y objetos. Entonces todavía quedaban espacios, rincones libres donde crecían flores o arbustos sin remodelar con solamente tierra.Donde todavía había algo por descubrir, un rincón, una flor o algo que hiciera que nuestros pensamientos se olvidaran de nuestros problemas más cotidianos.
Unas casas blancas pintadas con cal con las huella del tiempo, que contrastaban con el traje negro de una mujer en su puerta, producía una sensación de extraordinaria belleza. Un perfume de flores que perseguía al viandante durante un largo recorrido en la calle bordeada de pequeñas edificaciones rústicas con paredes que parecían desafiar a la ley de la gravedad, torcidas, con las ventanas inclinadas cada una a su lado, también desafiando a la perspectiva.
Su arquitectura rústica de generación espontanea con todo su encanto y belleza. Todo ello original y genuino. Todavía los coche no se habían adueñado de las calles y eran solo un deseo en las mentes de los habitantes: un deseo a veces de huida.
En las casas una imagen de una virgen, prestada o simplemente una lámina ocupaba el lugar de privilegio de la casa, el lugar que más tarde ocuparía la televisión.
Niños en la playa tostados por el sol con harapientos bañadores y colores que recordaban a pinturas de Sorolla, aunque el mar era distinto y la arena fuera negra.
Las mujeres realizaban en el campo las mismas labores que los hombres e incluso llegaban a vestir la misma camisa caqui del ejército que vestían los hombres, con sus bolsillos militares.
Mujeres lavando en las tajeas del agua de riego o en los lavaderos, donde se reunían un grupo de mujeres para lavar con sus pastillas grandes de jabón de un color azul, hablando y cantando a la vez, con sus ropas blancas o de colores fuertes que brillaban al sol.
Un viejo parsimonioso, con su cigarro en la boca, hablando de sus tiempos pasados.
Unos niños en la plaza del Charco que se acercaban al paseante, extienden la mano, y dicen "penny penny"; la más simple y sencilla aplicación de las relaciones publicas.
Esto era Tenerife en los años sesenta. Y aún hoy Tenerife conserva su carácter y tipismos que le hacen diferente y maravilloso a la vez con sus gentes extraordinarias, su luz y su paisaje.
Teófilo Galán Ulla